
Sergei Eisenstein
Por Stéphane Bouquet
Las dos experiencias esenciales en la formación de Eisenstein son la lectura de Sigmund Freud y su encuentro con Vsevolod Meyerhold.
Apasionado por el arte, participa en los movimientos de vanguardia, diseña decorados y realiza sus primeras puestas en escena teatrales en los años veinte.
Después de pasarse al cine, su ambición consistió en educar a las masas a través del cine y de construir la psicología colectiva del «hombre nuevo». El montaje se sitúa en el centro de su escritura cinematográfica.
La última secuencia de su primera película, La huelga, sobre la abortada revolución de 1905, monta en paralelo una masacre de ganado y la de los obreros por la policía.
Un año más tarde, le sigue El acorazado Potemkin, inmenso éxito internacional que sigue siendo hoy en día un clásico absoluto del septimo arte.
En 1929, viaja a Estados Unidos y rueda «Que viva México», historia de México desde el tiempo de los primeros dioses de piedra.
Su regreso a la URSS estaliniana de los años treinta es doloroso; sólo puede ejercer su arte bajo la presión del encargo y de la censura.
Sus dos últimas películas son alegorías inspiradas en la historia de Rusia: ante la amenaza hitleriana, «Alexander Nevski» narra la historia del príncipe Nevski contra los caballeros teutones en el siglo XIII. «Iván el terrible», donde el zar es una metáfora de Stalin, es un himno a la nación rusa ya en guerra, y ante todo su lider.
A Eisenstein parece haberle apasionado desde un principio, el arte, la literatura, el teatro, el dibujo, las ciencias, las matemáticas.
Un motivo recurrente en todo el cine de este gran maestro, desde su primera película hasta la última, lo proclama con claridad: un rostro grita, grita de alegría, de cólera, de dolor, de risa, qué más da.
Grita con la boca abierta, los dientes destrozados o no, la piel arrugada o no, pero con los ojos siempre brillantes: manifiesta el impulso vital que pone el cuerpo en movimiento, proyecta energía en la pantalla, se convierte en el símbolo de un impulso formidable por existir, por seguir existiendo.
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